«[La tía
Jeanette] me abrazó, me besó y me dijo: “Pobrecita, pobrecita”. Tal vez supiera
que yo estaba destinada a tener una vida tormentosa y a sentir una profunda y
constante nostalgia.»
Una sonrisa, por favor (1979)
Leyendo sus memorias, una se
pregunta si hubo algún momento en que Jean Rhys fue feliz, siquiera en su
infancia. Desde la primera página me viene a la mente la imagen de una niña
seria, meditabunda, con los ojos hambrientos de lejanía. Es la marca de la
casa, de su realidad y de su narrativa: la melancolía y una persistente
sensación de soledad.
La foto más conocida la muestra
mirando fijamente a la cámara, con la barbilla reposando en los dedos
entrecruzados de ambas manos. En realidad, hay dos fotografías en las que posa
en idéntica postura pero separadas por algunos años. En la primera, se nota su
juventud en las líneas redondeadas del rostro y en la limpieza de la mirada,
mientras que en la segunda sus rasgos se han afilado y hay un toque irónico en
la caída de los ojos. La sonrisa, en ambas, tiene el mismo aire enigmático, con
un algo de Gioconda del siglo XX. Entre ellas, un ancho mar de infelicidad.
Un éxito tardío
Ella Gwendolen Reese nació en
Roseau, en la isla Dominica, y de esos
orígenes antillanos de ascendencia criolla bebe la que sería su novela más
famosa, “Ancho Mar de los Sargazos”. Publicada en 1966, daba una vuelta
de tuerca a la clásica “Jane Eyre” para reconstruir el pasado de la misteriosa
figura de la señora Rochester, desde su infancia hasta el matrimonio. La
publicación de “El ancho Mar de los Sargazos” supuso, en su momento, el
redescubrimiento de Jean Rhys y la recuperación de su obra anterior, escrita entre
los años veinte y cuarenta y que, a pesar de su buena acogida entre la crítica,
había tenido menos repercusión entre los lectores.
Entre la Segunda Guerra Mundial y
entonces, Rhys había guardado un silencio literario que hizo creer que había
muerto. Tras aquel reencuentro con la autora, en 1974 se la llegó a calificar
por parte del crítico estadounidense Albert Alvarez, como «una de las mejores
escritoras británicas del siglo XX», todo un espaldarazo para su reconocimiento
público. Un reconocimiento del que disfrutaría muy poco tiempo.
Exponente del modernismo europeo,
con un estilo calificado de impresionista y un fuerte componente autobiográfico
en su narrativa, se convirtió en autora de culto.
La infancia de Gwendolen no fue
trágica ni traumática, aunque leyendo sus memorias parece trascender una
perpetua sensación de búsqueda de un lugar propio. Ascendencia galesa, escocesa
y criolla y el aliento del vudú respirando cerca. Al hablar de su niñera negra,
la recuerda como el terror de su vida. «Meta
me había enseñado un mundo de miedo y desconfianza, y en ese mundo sigo.» Amaba
los libros con la pasión de los solitarios, tendía a la introspección y a
cuestionarse el mundo y soñaba con conocer el viejo hogar de sus antecesores.
«Pensaba mucho en Inglaterra, no en la Inglaterra real sino en lo que
había leído de ese país. Lo imaginaba en invierno, cubierto de hielo y de
nieve, pero con millones y millones de hogueras. […] Frío: yo no era capaz de
imaginar el frío, aunque detestaba esa palabra.» Ese frío que parecía
recorrerla por dentro, escalofriarle el alma.
Eso no significaba que odiara su
propia tierra; al contrario, era como un pilar al que agarrarse. «[…] empecé a sentir el amor por la tierra y
a saber que jamás podría olvidarlo. […] Yo quería identificarme con ese algo,
perderme en ese algo. […] La tierra era como un imán que me atraía y a veces
lograba acercarme a eso, a la identificación o a la aniquilación que tanto
anhelaba.»
Finalmente, en 1907, abandonó su
isla natal con dieciséis años para irse a vivir a Inglaterra a casa de una tía
paterna.
Inestable como el agua
No se quedó mucho tiempo en casa
de su tía. Después de unos meses interna en una escuela femenina en Cambridge,
decidió ser actriz y se apuntó a la Academia de Arte Dramático, pasando a vivir
en una pensión. A la muerte de su padre, la falta de dinero le hizo abandonar
también la academia y buscar trabajo como corista en una comedia musical. Era
un empleo fijo, aunque los ingresos eran escasos y las giras la tenían en
continuos traslados. La seguridad en su vida era escasa, incluso en su relación
con el que fue su primer amante.
Aquella relación no acabó bien.
Embarazada, se le practicó un aborto ilegal y, aunque ya la había dejado, su
amante continuó manteniéndola durante un tiempo. Aunque tenía la vaga
conciencia de lo humillante de la situación, se dejó llevar por la situación
ante su perpetua falta de dinero.
«Puedo abstraerme de mi cuerpo» dijo más tarde, según cuenta en sus
memorias. «Eso es lo que hice durante
mucho tiempo.» Tras el abandono, según sus propias palabras, se instaló en
el dolor. Un dolor que parece haber sido su más constante compañía. «Nunca formaría parte de nada. Nunca
pertenecería a nada de verdad y lo sabía; sabía que me pasaría la vida
intentando pertenecer a algo, sin conseguirlo nunca.»
Trabajó de extra de cine pero no
terminaba de sentirse a gusto, así que también lo dejó. «Hay algo en mí tan inestable como el agua y, cuando las cosas se ponen
difíciles, me retiro.» La soledad la perseguía, incluso en compañía. Y la
tristeza, siempre esa punzante tristeza.
Los diarios
Un día, en una especie de
impulso, comenzó a escribir lo que definió como “su diario”, aunque no era un
diario sino el recuerdo de su experiencia con el amor y el desamor. Escribió
durante varios días, casi desaforadamente, hasta llenar tres cuadernos y medio.
Hasta que sintió que no tenía nada más que decir. Luego guardó los cuadernos y,
sin volver a mirarlos, cada vez que se trasladaba se los llevaba consigo.
Se casó en 1919 con Jean Lenglet,
periodista holandés a quien había conocido dos años antes, y se fueron a vivir
a París. Allí tuvieron un hijo, que murió antes de un mes, y luego se
trasladaron a Viena y Budapest antes de volver a París. Cortos de dinero, Rhys
se dedicó a traducir los artículos que escribía su marido para ofrecérselos a
los periódicos ingleses. Eso tuvo consecuencias: le pidieron algo escrito por
ella misma y ofreció los diarios guardados, que llegaron a manos de Ford Madox
Ford, por entonces editor de una revista literaria.
Con su marido encarcelado por
entrada ilegal en Francia y ciertos asuntos financieros algo turbios, Jean Rhys
se enredó con Ford en una relación con el consentimiento de la esposa de este y
empezó su carrera como escritora. Además de cuentos (reunidos en el volumen “La
orilla izquierda”), plasmó su relación en la novela “Cuarteto”
(inicialmente “Posturas”). Como
traductora, buscó editor para una novela escrita con seudónimo por su marido en
la que relataba su propia perspectiva de aquella relación. Tenía un fuerte
sentido de lo justo.
Una sonrisa en la oscuridad
La obra de Rhys tiene una gran
carga autobiográfica. En sus novelas hay un factor común: las protagonistas son
mujeres frágiles, a la deriva, víctimas de sus sentimientos y de la hipocresía
social del patriarcalismo de la época. «Estoy
segura de que el sentimiento más profundo de la mujer es: “Pertenezco a este
hombre. Quiero pertenecerle por completo.” Es humillante pero también
emocionante.»
Aquel realismo argumental fue
calificado de sórdido y de vulgar y, sin embargo, no son simples novelas
confesionales: la dimensión personal es sólo una parte dentro del todo. Jean
Rhys era exigente con su literatura, esmerada en las formas, con un estilo
propio. Continuó esmerándose con sus siguientes novelas: “Después de dejar al señor
Mackenzie” y “Viaje a la oscuridad”, esta última
publicada tras su divorcio de Lenglet y nacida
de aquellos diarios que la empujaron hacia la escritura. De vuelta a Inglaterra y ahora
casada con su agente literario, Leslie Tilden Smith escribió una nueva novela, “Buenos
días, medianoche” y buena parte de su narrativa breve. Esta última
novela, que en lo temático continuaba la estela de las anteriores, supuso la cima de su técnica narrativa en
aquel momento.
Reconocimiento final
En 1945 su esposo murió y dos
años después se casó otra vez; otro matrimonio accidentado puesto que su nuevo
marido también fue encarcelado, en este caso por fraude. Durante los años de
silencio creativo posteriores, en los que Rhys se retiró del panorama literario, “Buenos
días, medianoche” se adaptó al teatro, primero, y más tarde la BBC la
llevó a la pantalla. Pero no fue hasta más de dos décadas después de su
publicación que apareció “Ancho Mar de los Sargazos”.
Cuenta su editora que fue una
novela de larga gestación, en parte por problemas de salud y también por su
ánimo perfeccionista, que alargó su decisión de darla por terminada. Acogida
con entusiasmo, obtuvo el premio W.H. Smith y el de la Royan Society of
Literature. Se reeditaron, entonces, sus anteriores novelas y dos libros de
relatos, “Los tigres son más hermosos” y “Que usted la duerma bien,
señora”.
Revalorizada gracias a este éxito
tardío, por fin había alcanzado una estabilidad económica pero ya no le quedaba
mucho tiempo para disfrutarlo. En 1978 fue nombrada dama comandante de la Orden
del Imperio Británico, por su aportación a la literatura, y murió en 1979. Ya de
forma póstuma, se editó su autobiografía inconclusa, “Una sonrisa, por favor” memorias
de corte fragmentario, como debió de ser su propio corazón, unos textos teñidos
de un patetismo enternecedor. Cinco años más tarde, salieron a la luz sus
cartas.
La obra de Jean Rhys:
«No he conocido a muchos escritores.»
«Eso no importa. Porque todo lo que importa de un escritor, está en sus
libros.»
“The Left Bank: Sketches and Studies of
Present-day Bohemian Paris” (1927).
“Postures” (1928). Reeditado en
1969 con el título de “Quartet”.
“After leaving Mr. Mackenzie” (1930)
“Voyage in the Dark” (1934)
“Good Morning, Midnight” (1939)
“Wide Sargasso Sea” (1966)
“Tigers are Better Looking” (1968)
“Sleep it off, Lady” (1976)
En español:
“Cuarteto”. Grijalbo, 1991.
“Después de dejar al señor
Mackenzie”. Anagrama, 1990.
“Viaje a la oscuridad”. Grijalbo,
1990.
“Buenos días, medianoche”. Noguer
y Caralt, 1975.
“Ancho Mar de los Sargazos”.
Bruguera, 1982. Anagrama, 1990; reedición en Compactos, 1998. Cátedra, 1998. Lumen,
2009; Debolsillo, 2011.
“Los tigres son más hermosos”. Anagrama,
1989.
“Que usted la duerma bien, señora”.
Bruguera, 1985.
“Una sonrisa, por favor”. Debolsillo,
2011.
“Una vida sin ti” (edición
conjunta de “Cuarteto”, “Después de dejar al señor Mackenzie”, “Viaje a la
oscuridad” y “Buenos días, medianoche”). Lumen, 2009.
Fuentes:
“Una sonrisa, por favor”, autobiografía
inacabada de Jean Rhys. Debolsillo, 2011.
“Jean Rhys (1930-1979)” de Rosa
García Rayego. Ediciones del Orto, 1999.
Gracias, tomo nota inmediatamente de este libro y...leer sobre su autora.
ResponderEliminarLos libros siempre son compañeros de fatigas y algunas frases hacen que te des cuenta de la presencia de quien escribe...
Un placer pasar por aquí...Bss!!
Me gusta tu apreciación sobre las frases que acercan a los autores. Incluso dentro de sus novelas, a veces son de lo más reveladoras. No es casualidad que en la presentación de mi perfil figure una cita suya. ;)
EliminarMe has descubierto a una autora a tener en cuenta. Creo que uno de sus libros anda por cada de mis padres. Tengo que investigar ;)
ResponderEliminarUn besote!
Pues ya me dirás si lo encuentras ;)
EliminarMuy interesante. Tomo nota.
ResponderEliminarMe alegra que te resulte interesante.
EliminarYa te puedes imaginar que estoy que toco palmas con las orejas con esta iniciativa tuya (y con todas en las que te explayes) :D
ResponderEliminarJean Rhys, autora pendiente, tomo nota para recordarlo más que nada. Me quedo dándole vueltas al título de su autobiografía, toda una súplica...
Besos agradecidos ;)
Ja, ja, ja :-D Sí, el título dice mucho de la autora. Está sacado del primer capítulo, en el que un fotógrafo va a hacerle una foto y, por lo visto, a ella no le salía sonreír. Una niña circunspecta, para empezar.
EliminarComo te decía, Zazou, su novel Ancho mar de los Sargazos me encantó pero ella, no sé. Quizá me desagrada ese empeño suyo en desentenderse- casi le molestaba- del feminismo, que erigió su novela en enseña literaria de la causa.
ResponderEliminarBesines,.
Tenía una personalidad muy extraña, sea como sea. Podríamos llamarla compleja, con un montón de contradicciones y ese halo trágico que, me da la impresión, a veces utilizaba. Pero intento separar la personalidad de los autores de sus escritos, porque algunos me resultaría muy difícil apreciarlos.
EliminarYo procuro hacer lo mismo. Ya te digo que la novela sí me gustó y mucho...
EliminarMe encanta la nueva sección, aunque me da un poco de miedo. Estoy viendo que me va a incrementar la lista de pendientes.
ResponderEliminarJe, je, cobardica :-P Como si yo no sufriera cada vez que paso por vuestros blogs a ver qué hay de nuevo.
EliminarInteresante y muy bien expuesta. Me ha encantado leerte. Ahora creo que sí, esto forma parte de esa venganza que prometías al remover el caldero. Tengo que leerla, Ancho mar de los sargazos lo tengo pedido ya ;)
ResponderEliminarGracias!
Un besote
El caldero sigue removiéndose, Marilú. Bulle, borbotea, burbujea, y hasta balbucea. No digo más XD
EliminarHe leído " El ancho mar de los Sargazos" y desde luego que es una novela genial, que se debería leer mucho más. Gracias por la reseña.
ResponderEliminarBesos.
A mí me encantó, te lo aseguro, y es la que me llevó a las demás. Solo me falta por leer la primera de todas, "Cuarteto", pero espero ponerle remedio pronto... a ver si el Día del Libro ayuda ;)
EliminarPreciosa entrada, gracias por compartir tus impresiones :-D. No conocía absolutamente nada de la vida de esta autora, pero curiosamente me la imaginaba exactamente como la describes.
ResponderEliminarTan solo he leído Ancho mar de los Sargazos, y aunque me gustó, no puedo decir que me dejara una huella muy honda. Por muy fascinante que me pareciera el concepto inicial del libro, siempre suele costarme un gran esfuerzo conectar con estas autoras feministas de pensamientos tan torturados.
Y tan torturados. A mí me gustó su estilo tan lleno de imágenes e impresiones, la estructura en partes desde diferentes perspectivas y ese lenguaje tan intenso. Además había una atmósfera oscura, ominosa, que me encanta.
EliminarExcelente entrada, Zazou; me ha encantado la forma de presentarnos a al autora y su obra. Enhorabuena. Toma nota de esta escritora y, sobre todo, de su autobiografía. Abrazos.
ResponderEliminarY a mí me encanta que os haya gustado. La verdad es que no había otra forma de presentarla, para mí. Esas dos fotografías siempre me han fascinado de alguna manera, era como si me miraran y me quisieran hablar, y al final acabé por hacerles caso y poner palabras para acercarlas.
EliminarMe ha encantado acercarme a ella. Gracias. Cuántos autores infelices con tanto talento y tanto que decir en literatura. Un beso!
ResponderEliminarDesde luego. Da un poco de miedo pensar en cuántas veces (demasiadas) van unidas el talento creativo y la infelicidad o incluso la locura. Quizá sea esa especial visión la que les presta el genio, quién sabe. Probablemente, Jean Rhys no hubiera escrito así de haber sido una niña pizpireta y una mujer alegre de vida acomodada. Va a ser verdad que la vida nos construye.
EliminarWow no la conocía Pero me ha cautivado su historia mucho! Además que guapa, buscare más de ella :) gracias por compartir!!
ResponderEliminarEspero que te guste lo que leas ;) Yo estoy deseando leer la última que me falta ("Cuarteto").
EliminarConocía el libro de "Buenos días, medianoche" pero no conocía mucho sobre la persona que lo escribió. He disfrutado mucho con esta entrada ^^
ResponderEliminarBesos!
Me alegro :) ¿Y te gustó el libro? Porque a mí me gustó mucho.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu artículo.
ResponderEliminarUn saludoooo
Pd: qué ilusión me ha hecho ser el seguidor número 100 de tu blog!! No habrá un BMW de regalo o algo así,¿verdad? ;) Es bromaaaaa
Si hubiera un BMW ya estaría mi marido volando con él y sin dejárselo a nadie :-P
EliminarMás ilusión me hace a mí ver ese bonito número. Quién me iba a decir que esta afición iba a dar tanto de sí. Gracias por unirte; espero que lo pases bien por aquí.
Seguimos leyéndonos ;)