Leer es un vicio solitario que se puede compartir.

Tengo otros pero suenan menos adecuados.

Notas de cata: William Shakespeare, Okamoto Kido, John Mortimer, Pilar Adón, Ivan Klíma, Richard Ford, Terry Pratchett.


Mis últimas excursiones por los clásicos me han llevado un poco más atrás en el tiempo, esta vez, concretamente a la literatura isabelina. He de confesar que han sido las lecturas en grupo de Pratchett las que me han hecho volver a él, dadas las referencias que hay en algunos de los libros que he compartido últimamente. Otro mes muy productivo en lecturas, desde luego.


EL REY LEAR. William Shakespeare.
No había vuelto a leer esta tragedia histórica desde mi adolescencia, por lo que en cierto modo ha resultado nueva. Mi perspectiva actual ve caprichoso el genio del rey, transformado a momentos en poco más que un bufón, y a Cordelia como una comparsa cuya bondad resulta demasiado blanda. Sigo prefiriendo las comedias, sin duda alguna.

HANSHICHI.  Okamoto Kîdo
Curiosa colección de relatos policíacos decimonónicos de la cultura japonesa en los que el misterio se tiñe de tintes sobrenaturales. Desde nuestra perspectiva actual   –e incluso comparándolos con sus contemporáneos británicos de Sherlock Holmes– pueden resultar algo ingenuos, pero no dejan de ser entretenidos. Merece la pena leerlos y dar una vuelta por el Tokio del siglo XIX.

UN PARAÍSO INALCANZABLE. John Mortimer
Como amante de la literatura británica y de la ironía aguda, me lancé a esta novela con el buen recuerdo de las piezas de Evelyn Waugh, llega de ganas de disfrutar: cumplió con creces el objetivo. Inteligente y sutil, despliega con elegancia la crítica social, política y, después de todo, humana a lo largo de cuatrocientas páginas que recorren ágilmente la historia inglesa de finales del siglo XX en el escenario propio de la burguesía rural de la época. Los personajes, llenos de aristas y sombras, son tan reales que, una vez terminado el libro, les echaba de menos. Ahora espero con impaciencia la publicación del resto de la saga para seguir disfrutando.

EL MES MÁS CRUEL. Pilar Adón
Un aura inquietante rodea los cuentos que componen este libro, lírica –de hecho, al final de cada relato hay un poema– y mágica. De una hermosura distante, llenos de claroscuros y ambigüedades, se deslizan con paso fantasmal para tocarte por sorpresa, casi con un escalofrío y requieren una lectura con ojos, mente, alma; incluso con la piel.

AMOR Y BASURA. Ivan Klíma
Esta historia de amor y desencanto me desconcertó, al principio, por el escenario en que transcurre: el día a día de un grupo de basureros, uno de los cuales es un escritor. Después me atrapó esa sensación de extrañeza, guiada por una buena prosa, de tal modo que aprecié los equilibrios para mantener la trama. Fueron los personajes quienes no me terminaron de cuajar, o más bien los protagonistas, sujetos a actitudes extravagantes que no me convencían, quizá por prejuicios personales; las subtramas de los basureros me entretuvieron más que las desventuras del protagonista literato. Buena novela pero, para mí, algo insuficiente.

LA TEMPESTAD. William Shakespeare
Más de veinte años después de mi primera lectura (aunque no la única), he vuelto a la que he considerado mucho tiempo mi favorita entre las obras del bardo. No me ha defraudado la memoria. La lucha –maniquea, es cierto, pero recurrente– entre el bien y el mal, entre la venganza y el perdón, personificada en el sabio Próspero, en el espíritu Ariel y el monstruoso Calibán. Fantasía simbólica arropando una comedia cuyo encanto no se desgasta.

DE MUJERES CON HOMBRES. Richard Ford
Tres relatos largos sobre el amor, o algo parecido, que diseccionan el corazón de las relaciones de pareja. Como en la novela de Klíma, el hálito de cobardía de los hombres protagonistas me causaba un fastidio puramente personal, pero la escritura es lo suficientemente hábil para hacerme olvidarlo. Me pareció que iba de menos a más, en intensidad y hondura. La última historia, Occidentales, tiene un algo desgarrador que me dejó conmovida.

HOMBRES DE ARMAS. Terry Pratchett
Continuando con mi maratón “pratchettiano”, me dejé envolver por esta nueva aventura de las fuerzas del orden del Mundodisco y sus delirantes casos. Como en las anteriores entregas, la risa animó esta versión satírica de las intrigas políticas contaminadas por el fanatismo y los intereses creados. No soy objetiva, lo sé, porque no me canso de los diálogos desquiciados, los personajes estrafalarios y las tramas enrevesadas que terminan por encajar de un golpe seco. Qué le voy a hacer; soy fan declarada de Sam Vimes y del patricio Vetinari para siempre jamás.


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